Marta Rodríguez nace en la ciudad de Bogotá en el año 1933, hija menor 5 hijos de una mujer que enviuda justo antes del nacimiento de Marta. En 1951, luego de una infancia marcada por los mundos rurales en Colombia, viaja con su familia a Madrid e inicia estudios en Sociología en la Escuela León XII, los cuales continua en 1959 en la recién fundada facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia. A su retorno conoce al sacerdote Camilo Torres, en ese momento presidente de MUNIPROC (Movimiento Universitario de Promoción Comunal). En el marco de este movimiento, Camilo encomendó a Marta ser maestra de una escuela dominical en los suburbios emergentes de Tunjuelito para alfabetizar niños que eran obligados a trabajar en los Chircales.
En 1961 Marta viaja de nuevo a Europa y toma clases de cine etnográfico con el maestro Jean Rouch en el Museo del Hombre de París. Esto explica la influencia del Cinema Verité que la impulsa a iniciar su carrera como cineasta, pero también le permite conocer un círculo de artistas e intelectuales mexicanos como al pintor Francisco Toledo, Tomás Pérez Turrent o Paul Leduc. Tres años después, Marta vuelve a Colombia y retoma lo aprendido para realizar su obra cinematográfica Chircales junto a Jorge Silva; una película que logra denunciar cómo se violan impunemente los derechos humanos de los trabajadores y, aún así, rescata la poesía detrás de las condiciones infrahumanas a que son sometidos.
En el año 1966 Marta conoce a Jorge Silva en la Alianza francesa que contaba con un pequeño cineclub donde la directora le propone a Jorge ser su fotógrafo e iniciar la realización del proyecto de Chircales, cuyo termino sería en 1971. La propuesta nació en ese momento porque Jorge Silva había realizado previamente un corto documental sobre su infancia titulado Los Días de papel (1964) que a Marta Rodríguez le resultó profundamente simbólico y conmovedor. Antes de concluir este proyecto, Chircales es proyectada por primera vez en 1968 en el marco del Encuentro de Cine Latinoamericano de Mérida, Venezuela, donde causa gran impacto y los cineastas se involucran con el movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano. En ICODES (Instituto Colombiano de Desarrollo Social), creado por el padre Gustavo Pérez, los cineastas culminan su primera obra ya con las nuevas tecnologías que ofrecía el instituto.
En 1972, Chircales gana la Paloma de Oro de Leipzig y los cineastas entablan un fuerte vínculo con la cinematografía alemana que hasta hoy sigue acompañando los procesos de preservación de sus películas. Esta película será también la ventana a una larga filmografía; Jorge y Marta conforman una familia y dedican su vida a crear una memoria audiovisual de las diversas comunidades en Colombia. Este mismo año, los cineastas viajan a los Llanos Orientales para documentar las masacres y torturas a las que fueron sometidos los indígenas Guahíbos por parte del ejército y realizan Planas, testimonio de un etnocidio (1972), película que también fue premiada por la Paloma de Oro y la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (Fipresci) recibidos en Leipzig.
Con estos primeros documentales se logra avanzar en la comprensión de una sociedad atravesada por la violencia y la desigualdad en la tenencia de la tierra. Los cineastas continúan con la realización de la película Campesinos que culmina en 1975 y, casi de manera simultanea, realizan Nuestra Voz de Tierra Memoria y Futuro (1982) sobre el nacimiento del CRIC (Comunidad Regional Indígena del Cauca) que tendría como siguiente eslabón la película La Voz de los Sobrevivientes (1983) donde se denuncia ante Amnistía Internacional cómo la recuperación de tierras les ha costado la vida a los líderes indígenas de la región del Cauca.
El siguiente proyecto documental es Nacer de nuevo (1987), el cual retrata la resiliencia de una mujer de tercera edad sobreviviente a la tragedia de Armero que nos enseña la valentía y el amor por la vida. Este mismo año, la película es premiada en Leipzig y en 1988 se premia también en los festivales de Cartagena y Oberhausen. La última película que realizan juntos Marta Rodríguez y Jorge Silva es Amor, mujeres y flores (1988), pues Jorge muere súbitamente en 1987. En honor a la vida y obra de Jorge Silva, Marta termina esta película y la finaliza con una dedicatoria a su compañero. Amor, mujeres y flores denuncia las condiciones de explotación de las mujeres operarias de los cultivos de flores en la Sabana de Bogotá así como el surgimiento de una organización sindical de mujeres que revolucionan la industria de las flores en contra de los pesticidas que arriesgan la salud de los trabajadores. Esta película es premiada en D´Aurillac en 1989; un año después, es premiada en Bogotá, San Francisco, Mannheim y Friburgo.
Hacia 1990 Marta profundiza sus vínculos con las comunidades indígenas a través de talleres de transmisión de tecnologías auspiciados por la UNESCO; este tipo de iniciativas tendrían lugar en México, Bolivia y Brasil. En conmemoración de los quinientos años de la conquista de América, Marta realiza con el documentalista boliviano Iván Sanjinés Memoria Viva (1992). Esta memoria abre una nueva investigación sobre el significado de las plantas sagradas para las comunidades Nasa y, junto a su hijo Lucas Silva, Marta realiza la trilogía de Amapola, la flor maldita (1998), Los hijos del trueno (1999) y La hoja sagrada (2001).
En el año 2000, la directora Marta Rodríguez continua su investigación en la región del pacífico colombiano en una década de alto riesgo por la preeminencia del conflicto armado en esta zona geográfica del país. Con ánimo de documentar la situación de las comunidades afrodescendientes del Chocó, Marta viaja al Urabá con Fernando Restrepo, quien sería en adelante su compañero de cámara, edición y dirección. Juntos realizan Nunca Más (2001), Una casa sola se vence (2004) y Soraya, amor no es olvido (2006); documentales acerca del drama vivido por las comunidades afrocolombianas del Urabá Chocoano y Antioqueño que han sido desplazadas violentamente de sus regiones por actores armados como guerrillas, paramilitares y el ejército nacional. El problema del desplazamiento persiste y Marta Rodríguez registra la llegada de campesinos, indígenas y afros a la ciudad de Bogotá durante durante los años 1998 y 2003. En este lapso varias familias desplazadas que no encuentran ayuda se toman el edificio de la Cruz Roja, ubicado en un sector comercial adinerado de Bogotá, durante 3 años. En el año 2015 este material es editado en el documental La Toma del Milenio.
En el año 2011, Marta reúne la memoria que habría iniciado con La voz de los sobrevivientes y realiza un nuevo documental para denunciar el etnocidio de los pueblos indígenas durante los últimos 40 años. Este documental es titulado Testigos de un etnocidio: memorias de resistencia, el cual contribuye a fortalecer los lazos con la comunidad indígena Nasa en el Norte del Cauca y da lugar a un nuevo trabajo colaborativo entre el equipo de la Fundación Cine Documental, el equipo de la ACIN (Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca y Sala Kiwe territorio del Gran Pueblo) para la realización del cortometraje documental No hay dolor ajeno, sobre la memoria a Maryi Vanessa Coicue, una niña de 11 años que muere en medio de un enfrentamiento entre la guerrilla de las FARC y el Ejército Colombiano. Este cortometraje sería la génesis del largometraje La Sinfónica de los Andes (2018), una película que retrata la Orquesta de niños, niñas, adolescentes y jóvenes indígenas en el Norte del Cauca que cantan en homenaje a sus compañeros muertos a causa de minas antipersonales que ha dejado la guerra en su territorio. Esta obra es una oda a la cultura tradicional de las comunidades nasa desde el poder transformador de la música, así como una denuncia a las secuelas de la guerra.
Desde el año 2019 la cineasta se dedica al cine documental a partir de la recuperación de archivos inéditos y la producción y gestión de su obra a cargo del equipo de la Fundación Cine Documental Investigación Social. Recientemente, la cineasta retoma investigaciones que habría emprendido en la década de 1970 pero llegaron a tener su desenvolvimiento hasta hoy; tales son el documental Camilo Torres, el amo eficaz el cual culmina en el año 2022 y, más allá de devolvernos una imagen del cura y sociólogo a quien agradece por invitarla a los Chircales donde ella encontraría su destino en el cine, es una película que nos ofrece un dialogo ficticio con el fantasma de Camilo para recordarnos varias de sus lecciones bajo una luz actual.
Otros proyectos que ocupan hoy a la directora y se encuentran en plena realización para su próximo estreno son El Valor de la palabra sobre la cultura arhuaca y la memoria de dos líderes indígenas de esta comunidad que fueron asesinados en 1990 antes de su llegada la asamblea nacional constituyente, La Sociedad somos nosotros sobre la contracultura en Bogotá de los años 70 y Diarios de una documentalista que recupera los diarios de campo de Marta Rodríguez y revela como su vida y su obra se encuentran en una profunda sinergia que nos permite pensar un documental experimental que rescata 57 años de trabajo cinematográfico y antropológico.
Chircales (1966-1971)
Planas, testimonio de un etnocidio (1972)
Campesinos (1973 – 1975 )
La voz de los sobrevivientes (1980)
Nuestra Voz de Tierra, Memoria y Futuro (1974-1982)
Nacer De Nuevo (1986 – 1987)
Amor, Mujeres y Flores (1984 – 1989)
Memoria viva (1992-1993)
Amapola, la flor maldita (1994-1998)
Los hijos del trueno (1994-1998)
La hoja sagrada (2001)
Nunca más (1999-2001)
Una casa sola se vence (2003-2004)
Soraya, amor no es olvido (2005-2006)
Testigos de un etnocidio, memorias de resistencia (2004-2010)
No hay dolor ajeno (2012)
La toma del milenio (2015)
La Sinfónica de los andes (2018)
Camilo Torres, el amor eficaz (2022)
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